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En grupos de cuatro, nuestros estudiantes reflexionan sobre las experiencias personales, familiares, escolares y sociales que les hayan generado tristeza, desánimo o desmotivación, y hacen una lista de estas situaciones. Sobre esta base elaboran otra lista con los aprendizajes y aspectos positivos que se pueden rescatar de estas vivencias. Debemos revisar los listados conforme trabajen nuestros estudiantes.
Luego pedimos a cada grupo que presente su trabajo y dialogue sobre los aprendizajes. Retomamos los aportes de nuestros estudiantes y ponemos énfasis en algunos mensajes:
Es necesario no dejarse vencer por el desánimo, la tristeza, el miedo o la duda que se presenta en situaciones difíciles. Aunque estos sentimientos son normales, en una situación de anormalidad salen a flote problemas que teníamos antes de suceder un desastre.
Aunque resulta difícil, podemos sacar aprendizajes de los problemas; estos pueden ayudarnos a orientar mejor nuestro desarrollo, siempre y cuando tengamos la capacidad de construir redes sociales de apoyo, entre pares o con las personas de nuestras comunidades.
Requerimos contar con que los problemas se pueden resolver, apelando a nuestra cultura, tradiciones, unidad y solidaridad en la familia, en el aula y en la comunidad.
Es importante ser constantes en el esfuerzo para lograr lo que se quiere, con un plan y una división de responsabilidades que nos ayuden a estar mejor preparados para afrontar las circunstancias difíciles.
Es casi inevitable que durante la identificación de las experiencias difíciles algún estudiante recuerde un hecho doloroso (asociado al desastre natural), que movilice sus sentimientos de manera especial; por tanto, todos debemos estar
preparados para atenderlo, brindándole afecto y comprensión. De manera inmediata, ayudará ofrecerle un abrazo y expresarle nuestra confianza en que esos momentos se superarán y que con el tiempo se sentirá mejor.
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